Publicado el: 6/16/2021 12:00:00 AM por admin

Durante los últimos 15 meses, muchas oficinas estadounidenses estuvieron vacías, básicamente. Las salas de conferencias y los cubículos no se usaron, los elevadores no se llamaron y los archivos no se tocaron. Los pizarrones se convirtieron en cápsulas de tiempo. Las suculentas tuvieron que valerse por sí mismas.

Pero en las próximas semanas, muchos de estos lugares de trabajo poco a poco volverán a estar habitados. Para septiembre, más o menos la mitad del millón de oficinistas del distrito de Manhattan en la ciudad de Nueva York probablemente estarán de vuelta en sus escritorios, aunque sea medio tiempo, según una encuesta reciente de Partnership for New York City.

Si bien el riesgo de contraer COVID-19 ha disminuido bastante en Estados Unidos —sobre todo para los que cuentan con el esquema de vacunación completo— no ha desaparecido del todo y muchos empleados todavía están nerviosos de volver a las oficinas. (Desde luego que muchos otros nunca tuvieron el lujo de poder trabajar de manera remota).

“Si aún te sientes incómodo o ansioso, eso es perfectamente comprensible”, afirmó Joseph Allen, experto en edificios saludables que da clases en la Facultad de Salud Pública T. H. Chan de la Universidad de Harvard. “Esta pandemia nos afectó a todos de maneras profundas y la gente estará lista en diferentes momentos para retomar su vida o volver a interactuar con los demás”.

Pero los científicos han aprendido mucho sobre el virus en el último año y hay algunos pasos claros basados en evidencias que los patrones pueden dar para proteger a sus empleados y que estos su vez pueden llevar a cabo para protegerse a sí mismo. Algunas de estas estrategias quizá rindan dividendos que vayan más allá de la crisis actual.

“Creo que es importante para nosotros como comunidad, pero también para los patrones de manera personal, que piensen en estas cuestiones en relación no solo con esta semana o este mes”, comentó Alex Huffman, científico de aerosoles en la Universidad de Denver. “¿Cómo tomamos decisiones ahora que beneficien la seguridad y salud de nuestros espacios de trabajo en el futuro?”.

Una planta descuidada en las oficinas de The New York Times, el verano pasado.

Aunque la covid es el tema de salud que ocupa los titulares, un cierre extenso de los edificios puede crear sus propios problemas. Por ejemplo, las tuberías que estén sin usarse pueden ser colonizadas por Legionella pneumophila, una bacteria que causa un tipo de neumonía conocida como enfermedad del legionario.

“Los periodos largos con agua estancada y tibia en las tuberías —las condiciones exactas que en estos momentos hay en muchos edificios con poca ocupación— crean las condiciones ideales para el crecimiento de la Legionella”, señaló Allen.

Algunas escuelas ya han informado que han encontrado la bacteria en el agua. En los edificios con tuberías o accesorios de plomo también pueden acumularse altos niveles de este metal tóxico en el agua estancada. Los empleadores pueden reducir ambos riesgos descargando a fondo sus grifos o abriendo el agua y dejándola correr antes de que todos regresen.

“Sabemos que abrir las llaves durante periodos de inactividad por lo general reduce los niveles de plomo y quizá de bacterias que se hayan formado”, dijo Jennifer Hoponick Redmon, científica titular en materia de salud medioambiental en RTI International, un centro de investigación sin fines de lucro con sede en Carolina del Norte. “Una regla general básica es de 15 minutos a una hora de dejar correr el agua en caso de cierres largos, como el de la COVID-19”.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos también recomiendan que las empresas comprueben si hay formación de moho e infestaciones de plagas antes de la reapertura.

Un filtro HVAC MERV 13 instalado el verano pasado en un gimnasio de Islip, Nueva York.

Debido a que se cree que el coronavirus se propaga principalmente a través de diminutas gotículas aéreaslos empleadores deberían mejorar los sistemas de ventilación y filtración de aire antes de que regresen los trabajadores, afirmaron los expertos.

“Algo que puedes hacer antes de regresar a trabajar es simplemente preguntarles qué han hecho”, aconsejó Allen. “Y si escuchas cosas como: ‘Sí, cumplimos con los lineamientos’, esa es una señal de que algo no está bien. Deberían superar por mucho los niveles mínimos de ventilación y filtración”.

Aunque la tasa de ventilación ideal varía, en general, los empresarios deben maximizar la cantidad de aire fresco que entra del exterior, dijo. En un espacio relativamente pequeño —por ejemplo, el tamaño de un aula escolar típica— los empresarios deben conseguir que se hagan entre cuatro y seis cambios de aire por hora, lo cual significa que el aire del interior del espacio se renueva por completo cada 10 o 15 minutos. Abrir las ventanas también puede mejorar el flujo de aire.

Los filtros de aire de alta calidad, como los que tienen una clasificación MERV 13 o superior, pueden atrapar la mayoría de las partículas víricas del aire. Algunos edificios comerciales no están equipados para estos filtros de alta calidad; en esas oficinas, los purificadores de aire portátiles, equipados con filtros HEPA, pueden ser eficaces, según los expertos.

“Este tipo de unidades portátiles pueden hacer un gran trabajo para sacar las partículas de la habitación”, dijo Huffman. “Y el siguiente nivel es incluso un filtro HEPA de nivel de escritorio, donde tienes una unidad realmente pequeña que proporciona aire limpio en tu zona de respiración directa”.

Estas unidades personales pueden ser especialmente útiles en oficinas mal ventiladas, aunque los expertos subrayan que son los empresarios, y no los empleados, quienes deben asumir la carga de mejorar la calidad del aire interior.

Los expertos no aconsejan instalar dispositivos de limpieza del aire o añadir desinfectantes químicos al aire. Y en la mayoría de los lugares de trabajo habituales, limpiar el escritorio con lejía puede ser más perjudicial que beneficioso.

Aunque la ventilación y la filtración son cruciales, los empresarios y los administradores de edificios deben mantenerse alejados de los nebulizadores, fumigadores, ionizadoresgeneradores de ozono u otros dispositivos de “limpieza del aire” que prometen neutralizar el coronavirus añadiendo desinfectantes químicos al aire. “Todas estas son ideas pésimas para el aire interior”, afirma Delphine Farmer, química atmosférica de la Universidad Estatal de Colorado.

Algunos compuestos que emiten estos productos —que a veces incluyen peróxido de hidrógeno, soluciones parecidas a la lejía u ozono— son tóxicos y por lo tanto podrían inflamar los pulmones, provocar ataques de asma y otros tipos de problemas respiratorios o cardiovasculares. Además, no existen pruebas rigurosas y reales de que estos dispositivos reduzcan en efecto la transmisión de enfermedades, sostiene Farmer.

“Muchos empleadores, así como los distritos escolares y los administradores de edificios, piensan que han resuelto el problema mediante el uso de estos dispositivos”, dijo Farmer. “Así que no aumentan las tasas de ventilación ni añaden otros filtros. Y eso significa que la gente piensa que son más seguros de lo que realmente son”.

Las superficies suponen un riesgo mínimo de transmisión del coronavirus, y los desinfectantes que se aplican innecesariamente en ellas también pueden acabar en el aire y ser tóxicos cuando se inhalan. Así pues, en la mayoría de los lugares de trabajo habituales, limpiar el escritorio con lejía puede ser más perjudicial que beneficioso, según Farmer. (Algunos lugares de trabajo específicos —como hospitales, laboratorios o cocinas industriales— pueden seguir necesitando desinfección, señalaron los expertos).

Tampoco es necesario utilizar toallitas o limpiadores antimicrobianos especiales, que pueden favorecer la aparición de bacterias resistentes a los antibióticos y acabar con las comunidades de microbios benignos o beneficiosos. “Por muy tentador que sea tratar de esterilizar todo, nunca va a suceder y puede haber consecuencias realmente graves”, dijo Erica Hartmann, microbióloga ambiental de la Universidad Northwestern.

En los primeros meses de la pandemia, surgieron barreras de plástico en escuelas, tiendas, restaurantes, oficinas y otros espacios compartidos. “A veces son estupendas para detener las gotas más grandes; en realidad, son excelentes protectores contra los estornudos”, dijo Huffman.

Pero las partículas más pequeñas y ligeras pueden simplemente flotar por encima y alrededor de ellas. Estas barreras “tal vez no aporten suficientes beneficios para justificar su costo”, afirma Martin Bazant, ingeniero químico del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Incluso pueden aumentar el riesgo de transmisión de enfermedades al fomentar un comportamiento más arriesgado o impedir el flujo de aire.

Hay algunos entornos en los que este tipo de barreras puede seguir teniendo sentido. “Puede ser una muy buena idea para personas que, de otro modo, tendrían un contacto muy estrecho cara a cara, como los trabajadores de una tienda de comestibles en las cajas registradoras”, dijo Farmer. “Pero más allá de eso, en las oficinas en las que se está sentado durante un largo periodo de tiempo, no hay ningún beneficio en meterse en una jaula de plexiglás”.

Hay algunos entornos en los que las barreras de plástico pueden tener sentido, según los expertos, pero las oficinas en las que los trabajadores pasan mucho tiempo no son un ejemplo.

La sana distancia aún podría aportar algunos beneficios; si un empleado está exhalando un virus contagioso, la gente que está en la zona de respiración de esa persona probablemente se vea expuesta a una mayor carga viral. “Si estuvieras sentado en una mesa compartida, a 60 centímetros de alguien, entonces quizá sea conveniente que estén un poco más separados”, explicó Huffman.

Pero los aerosoles pueden permanecer en suspensión durante horas y viajar mucho más allá de los 1,80 metros, por lo que separar más los escritorios probablemente tenga rendimientos menores. “Las órdenes de distanciamiento estrictas, como la regla de los 2 metros, hacen poco para proteger contra la transmisión aérea de largo alcance”, dijo Bazant, “y pueden proporcionar una falsa sensación de seguridad en espacios mal ventilados”.

Los científicos dijeron que los beneficios del distanciamiento son probablemente mínimos en las oficinas en las que la mayoría de las personas están vacunadas y las tasas de casos locales son bajas. Los lugares de trabajo de mayor riesgo podrían considerar la desdensificación, o la reducción del número de personas —cualquiera de las cuales podría ser infecciosa— que están presentes al mismo tiempo. “Para mí, ese ha sido el mayor beneficio de este distanciamiento social en el interior”, dijo Farmer. “Es simplemente tener menos fuentes potenciales de SARS-CoV-2 en una habitación”.

Las empresas podrían permitir que un subconjunto de empleados trabajara en casa indefinidamente o en días o semanas alternas. También podrían considerar la posibilidad de “cohortar”, o crear equipos separados de trabajadores que no tengan interacciones en persona con los que no están en su equipo.

La creación de este tipo de cohortes también podría facilitar la respuesta si alguien contrae el virus, al permitir que el equipo afectado se ponga en cuarentena sin tener que cerrar todo el lugar de trabajo. “Cuando pensamos en la reapertura, tenemos que pensar en qué hacemos cuando, inevitablemente, vemos un caso”, dijo Justin Lessler, epidemiólogo de enfermedades infecciosas de la Universidad Johns Hopkins. “Hay formas creativas de disminuir el impacto”.

En las oficinas en las que la mayoría de las personas están vacunadas y las tasas locales de casos son bajas, los beneficios del distanciamiento son probablemente mínimos, dijeron los científicos. Pero los lugares de trabajo con mayor riesgo podrían considerar la disminuir la densidad.

Lavarse las manos con frecuencia, una medida que puede reducir la propagación de todo tipo de patógenos, siempre es una buena idea. “El mensaje del principio de la pandemia sobre lavarse las manos y hacerlo durante al menos 20 segundos es totalmente válido y sigue siendo muy importante”, dijo Hartmann.

Y cuando haya que limpiar la oficina, añadió, un detergente suave suele ser suficiente. “El agua y el jabón son muy buenos”, sostuvo.

Los científicos recomiendan que los trabajadores no vacunados sigan usando mascarillas en la oficina. Pero para quienes cumplen los requisitos, la estrategia de reducción de riesgos más eficaz es obvia, dijo Allen: “Lo primero es vacunarse”.

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