Publicado el: 7/20/2021 12:00:00 AM por admin

Lo que vale la democracia

Haití y República Dominicana tuvieron dictadores al mismo tiempo pero el reloj de la democracia sonó en ambas naciones en horas distintas.

François Duvalier (Papá Doc) y su hijo Jean Claude, cimentaron una dinastía que se vino abajo en 1986, veinticinco años después de derribada la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en este lado de la isla.

Fueron dictaduras de edades casi iguales. La de los Duvalier dominó 29 años. La de Trujillo 31. Pero operaron con las mismas estructuras de terror y de asfixia de las libertades cuyos efectos residuales prevalecieron por décadas.

En ese interregno de 25 años, y con muchos traumas latentes de la dictadura trujillista, los dominicanos avanzaron en la construcción de una democracia que, con sus debilidades, ha resultado la mejor base para cambiar el rumbo de su historia.

Haití, desde el 1986, cuando Jean Claude fue barrido del poder por un golpe de Estado, no ha tenido la misma suerte que sus vecinos. Por el contrario, vive en un péndulo de avances y retrocesos que lo atasca en la pobreza, en la violencia y en la mayor de las incertidumbres.

Por efectos de una arritmia histórica, los procesos hacia la democracia en ambos países han sido divergentes, dependiendo de la seriedad y sistematicidad con que se han desmontado las piezas de sustentación de las maquinarias dictatoriales.

La existencia de partidos políticos y las elecciones cuatrienales constituyen una clave importante para garantizar que la democracia, que se nutre del respeto a los derechos humanos y a las libertades de expresión, prensa, comercio y propiedad privada, pueda funcionar adecuadamente.

Haití no ha tenido la experiencia fructífera de la democracia dominicana. Pero podría poner la proa hacia ese modelo, el único que puede ayudarle a romper las anclas que todavía lo estacan en su azaroso pasado.

Luego de esa accidentada historia de Haití por alcanzar un modelo de estado, de gobernabilidad y de coexistencia, es cuando más reconfortante, aleccionadora y comprometedora resulta para los dominicanos la misión y responsabilidad de defender su democracia, al costo que sea.

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