Publicado el: 8/17/2021 12:00:00 AM por admin

Después del 2020 que vivimos, es muy reconfortante ver cómo, hasta cierto punto, está cambiando la narrativa mundial a palabras como “recuperación”, “reactivación”, entre muchas otras que traen consigo una dosis de esperanza. Muchas veces hemos caído en la tentación de desear que las cosas fueran como antes, entiendo que, por poder recuperar un poco desde la libertad de estar rodeado de mucha gente sin preocupaciones, hasta el poder abrazar a esa persona a la que, por cuidado, no te le has acercado más de metro y medio en un año, pasando por poder sonreírle a alguien sin que un cubrebocas lo oculte. Todo esto me ha llevado a hacer una serie de reflexiones de si realmente queremos volver a cómo el mundo era en 2019 o, si bien, podemos aprovechar esta situación para incorporar una nueva palabra a la narrativa: “reinvención”. 

Hablar de reinventar algo implica cambiar algunos paradigmas; y nuevos paradigmas exigen, sin excepción, nuevas formas. Es por eso que, si bien normalmente escribo acerca de actitudes o habilidades que los emprendedores pueden desarrollar para aplicar a sus negocios, en esta ocasión quiero hablar con un enfoque diferente, partiendo de actitudes o habilidades que todos, sin importar edad, género, ocupación, o creencias, podemos aprender y adoptar de los emprendedores. 

Estos últimos meses, marcados por la incertidumbre, pérdidas y miedo, nos han recordado el valor de una habilidad que, a pesar de que nos la enseñan de chiquitos, muchas veces olvidamos cuando somos adultos: la empatía. Esa “capacidad de ponerte en los zapatos de los demás”, muchas veces representa un gran reto en un mundo en que la tentación de pensar primero y únicamente en uno mismo es cada vez mayor. Pero la realidad es que el emprendimiento nos enseña que el primer paso para diseñar un producto o servicio exitoso es, precisamente, la empatía con el cliente o el usuario, para poder entender el problema desde su perspectiva y generar una solución que embone mejor con su necesidad. Poner atención a las personas, querer escucharlas y buscar constantemente generarles valor, son traducciones de la empatía que hacen que sea una actitud fundamental en el éxito, no solamente de cualquier empresa, sino de cualquier sociedad. 

Por otro lado, otra actitud que debe de estar presente en el ADN de cualquier emprendedor, es la adaptabilidad de saber que no todo está en nuestro control, y que podemos sacar provecho de las situaciones que se nos presentan. Si le preguntas a un emprendedor si su primera idea de negocio es igual a la que termina lanzando al mercado, lo más probable es que, por lo menos, te diga que tiene algunas variaciones. La realidad es que muchos te dirán que poco tiene que ver. Si bien es cierto que el ser humano ha tenido la capacidad de adaptarse desde el principio de los tiempos, a diario se nos presenta la oportunidad de salir de nuestras zonas de confort y de darnos cuenta de que lo diferente es, muchas veces, incluso mejor de lo que esperábamos. 

Otra actitud que considero digna de aprender de muchos emprendedores, es la visión estratégica. Por un lado, todo emprendedor tiene un gran sueño, pero son los que aterrizan ese sueño y utilizan las herramientas disponibles para potencializarlo, los que terminan marcando la pauta. Para esto, es importante tener una visión clara de lo que se quiere conseguir, pero también conocimientos (o, en su caso, la curiosidad), para hacerlo de la manera óptima y eficaz. Muchas veces se piensa que la estrategia es algo que se plantea cada cierre de año con sesiones extensas para reflexionar. Y, si bien pueden ayudar, de poco sirve si se concluyen conceptos estáticos y métricas inalcanzables. En tiempos tan cambiantes como los que vivimos, es importante tener claro nuestro “moonshot” y ser flexibles para conseguirlo, sin perder de vista nuestra esencia.

La cuarta habilidad que considero importante aprender de un emprendedor es la de trabajar en equipo. Siempre partiendo del hecho de que no lo sabemos todo y de que somos el promedio de las cinco personas con las que más tiempo pasamos, como Jim Rohn solía decir, un emprendedor busca rodearse de personas que, por un lado, lo complementen, y por otro, lo nutran. Si algo hemos aprendido en esta pandemia, es la importancia de “lo colectivo”. Al final, la sociedad es un gran equipo y es de esa manera que nos tenemos que comportar: sabiendo que, si queremos llegar a la meta, todos tenemos que hacer lo que nos toca. 

Por último, pero no menos importante, está la pasión. Es revigorizante escuchar a un emprendedor contando su modelo de negocio o haciendo un pitch. Esa pasión que los caracteriza y que hacen que trabajen duro y se acuesten con la satisfacción de estar construyendo “algo”, que, si bien no es exclusiva de emprendedores, si los caracteriza. Viktor Frankl decía que “quien tiene un porqué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”. Espero que seamos capaces de tomar la experiencia que hemos vivido para reflexionar acerca de nuestros qué es lo que nos motiva y de nuestra propia misión de vida, de manera que ésta sea nuestro mayor emprendimiento. 

Sin duda alguna nos seguimos enfrentando a muchísimos retos como sociedad. Pero si lo pensamos, realmente la historia de la humanidad ha sido una de retos, aprendizajes y reinvenciones. Ojalá aprovechemos los siguientes meses para sí, apostarle a una reactivación económica, pero una que vea más allá: que sea más justa, sostenible y empática, de manera que, más que solo reactivarnos, logramos reinventarnos. 

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