Publicado el: 7/26/2021 12:00:00 AM por admin

 

El “populismo demagógico”

Cuando los gobiernos dan más prioridad a complacer todo género de peticiones que a encarar, con programas definidos, los problemas fundamentales de la nación, se incurre en lo que literalmente se conoce como populismo demagógico.

El mejor gobierno es aquel que, armado de un programa bien diseñado de políticas públicas, se subordina a su ejecución con el mayor esmero, partiendo de recursos seguros y de presupuestos viables.

Desviarse de esa línea para complacer peticiones populares que no siempre afectan el interés nacional o que pueden ser gradualmente abordadas con base a una política definida, termina degradando su propio marco de gobernabilidad.

Está demostrado que los gobiernos populistas solo conducen a crisis multidimensionales en lo económico, en lo político, la salud y los servicios, provocando que mengüen otras acciones básicas para garantizar seguridad, empleos, salud, viviendas y bienestar, en sentido general.

La pandemia del Covid-19 ha mostrado muchas debilidades en este sentido obligando a distintos gobiernos a empeñarse más en los atajos coyunturales que en medidas firmes y de largo plazo para solucionar crisis.

Por eso hemos visto el vaivén de las políticas de abre y cierre de ciudades según el ritmo de contagios o la tendencia a hacerse los sordos y ciegos frente a los peligros reales del coronavirus, dejando que todo el mundo quiera hacer las cosas a su modo particular y conveniente.

Bajo el populismo demagógico también florecen las promesas ilimitadas, las acciones improvisadas y el manejo presupuestal en clave coyuntural, solo para procurar niveles de popularidad y de aceptación política que, al final, se evaporan por el peso de las crisis no resueltas.

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