Publicado el: 7/27/2020 12:00:00 AM por Admin

Estoy convencido de que para sentirnos mejor debemos percibir que el destino depende de nosotros mismos. 

Hace unos días accedí casi por casualidad al concepto de Ikigai. Para aquellos que no lo saben, el mismo es relevado por el libro “El método Ikigai: Despierta tu verdadera pasión y cumple tus propósitos vitales” de Francesc Miralles y Héctor García publicado por Editorial Urano en 2016. Sus autores, ingeniero residente en Japón y periodista, se vieron atraídos por una pequeña aldea en Okinawa en la que sus habitantes eran muy longevos, superando la mayoría los cien años de edad. Así, visitaron la isla y luego de conocer a sus lugareños extrajeron conclusiones interesantes cuya máxima muestra es la noción de Ikigai.

Definido como valor o sentido de la vida, expresa con precisión cuál sería el principal motor para la existencia de cada uno. Surge a partir de una combinación armónica entre cuatro esferas: 

  • Lo que amas
  • Lo que el mundo necesita
  • Por lo que te pueden pagar
  • Lo que haces bien

Tal como podrá verse, no resulta sencillo acceder a este núcleo. Sin embargo, es posible y dar el primer paso es, quizás, la principal condición. El consejo clave aquí es: Comenzar pequeño.

Te quiero transmitir dos ejercicios capaces de servirles de guía.

1. Darte cuenta y comenzar

Consiste en dibujar tres columnas con los encabezados: Qué tengo, qué deseo tener y qué voy a hacer para lograrlo.

En cada una de ellas debes hacer una lista con todo lo que se te ocurra. Utiliza las reglas de la tormenta de ideas, priorizando la cantidad por sobre la calidad y sin reprimir ninguna de ellas. 

Luego de cargar la primera columna podrás observar la cantidad de cosas a valorar, resignificándolas ahora bajo esta luz. A veces nos olvidamos de aquello que debemos agradecer por estar tapado de actividades sin mayor sentido.

Posteriormente, debes ubicar lo que deseas, siendo ciento por ciento honesto contigo mismo. Podrán ser cosas materiales o no. Lo importante es que las desees profundamente. Sé concreto y objetivo.

Finalmente, y aquí está la parte más jugosa del ejercicio, debes dividir cada cosa que deseas en pequeñas acciones que te acercan a tu objetivo. Ahí está la clave: ser hábiles para liberarnos de las grandes e inalcanzables expectativas, además de centrarnos en aquello que podemos hacer y depende exclusivamente de nosotros.

Al día siguiente, revisa y elige las dos o tres principales de la segunda columna (esto nos dará mayor foco) con sus respectivas acciones enlazadas de la tercera y tendrás una potente guía para comenzar ya mismo.

En el ejemplo siguiente vemos la columna de la izquierda ocupada por las principales prioridades y recursos que percibo tener. En la segunda, puedo ubicar dos ejes claros. Como podrán ver, hasta el primero de ellos, “Tiempo” puede ser trabajado, torciendo su supuesta inexorabilidad. Insisto: es importantísimo que pensemos pequeño para comenzar por algo, ver resultados rápidamente y no frustrarnos en el primer intento.

2. Bajar la carga

Como su nombre lo indica, el objetivo principal es disminuir el número de actividades que nos generan displacer para mejorar nuestro bienestar emocional.

En primer lugar, debes hacer una lista con las tareas que realizas normalmente en un día, ya sea de semana o extralaboral. Luego, ubicarla en alguno de los cuatro cuadrantes siguiendo sus títulos: las que disfrutas, las que no disfrutas, las que te resultan fáciles como las difíciles.

De ese modo verás en primer término cuánto de lo que haces verdaderamente te agrada como así también el tiempo que destinas a lo contrario.

La idea, entonces, es que intentes pasar tareas de un cuadrante a otro, sobre todo en lo que a post-its rojos refieren. Podrás comprobar al cabo de un tiempo que cualquier cambio que hagas, así sea mínimo, impactará positivamente en tu estado de ánimo.

El ejemplo es:

Estoy convencido de que para sentirnos mejor debemos percibir que depende de nosotros. Así, serán nuestras elecciones y decisiones cotidianas las que nos encaminen hacia ello.

Valoremos lo que tenemos y lo simple. Allí está el secreto.

 

 

 

 

 

 

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